Navidad sin filtros
Miguel Alberdi Fernández
12/11/2025
Llega la Navidad y, con ella, un aire de expectativas silenciosas. Las calles se iluminan, los escaparates se llenan de brillo y parece que todos deberíamos mostrarnos más felices, más unidos, más amables. Como si existiera una especie de mandato “Es tiempo de paz, así que siéntela”. Pero bajo esta luz suave también se esconden sombras conocidas, pequeñas tensiones de años anteriores, memorias familiares difíciles, rituales que a veces repetimos sin preguntarnos si nos hacen bien.
Muchas familias viven estas fechas con una mezcla de ilusión, melancolía, nostalgia, cansancio o dolor. En algunas casas, los encuentros despiertan afecto; en otras, los silencios pesan, los gestos se tensan, los niños se desregulan ante tanto estímulo o piden, sin saberlo, ritmos más tranquilos. A menudo nos encontramos intentando que todo salga “bien” hacia afuera, mientras dentro late una realidad más compleja. Y es justamente ahí donde la Navidad se convierte en un espejo: no un juicio, sino una oportunidad para mirarnos con honestidad.
Quizá este año podamos aproximarnos a las fiestas desde otro lugar. No desde la exigencia, sino desde la presencia. No desde el “deber ser”, sino desde la curiosidad por entender qué necesitamos y qué necesitan los niños/as que acompañamos.
Porque la infancia, especialmente en estas fechas, percibe más de lo que decimos. Observan cómo nos movemos entre la prisa y los compromisos, notan si respondemos desde la calma o desde la saturación, sienten la temperatura emocional de cada encuentro familiar. La Navidad puede ser una experiencia de conexión si somos capaces de detenernos, aunque sea un instante, y escucharnos.
Por eso este artículo se transforma en una invitación a explorar, desde la pregunta honesta que abre camino en lugar de cerrarlo. Preguntas que no buscan respuestas perfectas, sino despertar conciencia:
¿Podemos decir que estamos con nuestros hijos cuando la mente está en complacer, en terminar, en cumplir o en no fallar?
¿Y qué sienten ellos cuando ven que estamos físicamente presentes pero emocionalmente ausentes?¿Elegimos los regalos pensando en lo que el niño desea… o en lo que nosotros necesitamos sentir?
¿Buscamos su alegría genuina o buscamos calmar nuestra culpa, nuestro cansancio, nuestra falta de tiempo durante el año?
¿Puede un regalo sustituir una conversación, un abrazo, una tarde sin prisas?Si un niño pudiera elegir entre un objeto y un adulto disponible emocionalmente, ¿qué elegiría?¿Reconocemos que para muchos niños estas fechas no son fáciles?
¿Les damos permiso para no fingir, para no sonreír, para no decidir entre mamá o papá?¿Podemos cuidar de su Navidad aunque la nuestra esté herida?
Cuando presencia cómo resolvemos una discusión familiar, ¿qué modelos guarda?
¿Qué pasaría si preguntamos directamente:“¿Qué te gustaría que pasara esta Navidad?”“¿Qué te hace sentir bien y qué no?”“Si pudieras cambiar algo, ¿qué cambiarías?”
Feliz Navidad.
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