Detenerse para sentir
Ana María León Martín
7/1/2025
En nuestro día a día ya no hay espacio para el aburrimiento. ¿Dónde quedaron aquellos instantes de no hacer nada? Esperar para salir al parque con los amigos, sentarse en una parada de bus y simplemente... esperar.
Desayunar sin prisas, saborear la tostada, disfrutar su textura y, sobre todo, tener tiempo para pensar. Pensar libremente, dejar volar la imaginación, crear, conectar con lo que estamos haciendo en ese preciso instante, sin distracciones ni pantallas encendidas. Recordar cómo era mirar por la ventana, inventar historias, reírse de lo simple y encontrar en lo cotidiano mil formas de soñar despiertos.
Siento una mezcla de nostalgia y rabia. Sin quererlo, sin darnos cuenta, estamos limitando las enormes capacidades del ser humano. Creamos mentes impacientes. Hoy todo lo queremos saber en los dos minutos que dura un vídeo. Queremos ser los mejores chefs, los mejores atletas, los mejores consejeros... pero rápido, porque si el vídeo dura más, simplemente lo pasamos.
Y así, se nos van los días, las horas, olvidando los pequeños grandes momentos, las conversaciones cara a cara, el valor de una palabra dicha con emoción, contar tu día mirando a los ojos a quien te escucha, sentir que está ahí, presente, sin un móvil entre las manos. Esos momentos que, sin pretenderlo, hacen que la vida valga la pena.
Quizás ha llegado el momento de parar, de tomar consciencia y redescubrir todo lo que la vida nos ofrece y disfrutarlo con quienes nos rodean. Sin comparaciones vacías, sin likes ni filtros. Solo vivir, sentir y compartir de verdad.
Si no ponemos límites ahora, nuestros niños y adolescentes crecerán enganchados a una pantalla, perdiendo momentos únicos que no volverán. El móvil y las redes roban tiempo de juego, de equivocarse, de inventar y de hablar cara a cara. Necesitan silencio, compañía real, abrazos sinceros y libertad para explorar y descubrir el mundo a su ritmo. Depende de nosotros ser ejemplo, mostrarles otras formas de aprender, divertirnos y cuidarnos en familia. Más tiempo al aire libre, más juegos inventados, más risas que no se suben a ninguna red. Regalémosles un hogar donde sepan que siempre habrá alguien con tiempo para escucharles de verdad. Así sabrán que lo importante no es lo que pasa en una pantalla, sino lo que se construye cada día con quienes caminan a su lado.
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