Cuando el dolor calla, la herida crece.

Ana María León Martín

5/1/2025

a paper heart hanging from a string
a paper heart hanging from a string

Cuando naturalizamos lo que duele, perdemos la oportunidad de sanar a tiempo.
Por eso es tan importante prevenir, concienciar y jamás silenciar cualquier situación que pueda afectar a niños, niñas y adolescentes, especialmente durante esas etapas de cambio constante, llenas de aprendizajes, desafíos y también errores.

Los niños necesitan sentirse validados, escuchados y acompañados en su proceso. Necesitan adultos que estén presentes: profesionales de la educación, cuidadores y figuras de referencia que sepan sostenerles y entenderles.

Todos fuimos pequeños alguna vez, aunque a veces lo olvidemos. Y ser niño no es fácil.
Vivimos tiempos en los que los niños están sobreestimulados, sobreexigidos, cargados de tareas y actividades: clases extraescolares, deportes, deberes, responsabilidades... Niños que ya no tienen espacio para simplemente ser niños. Niños cansados, irritables, con conductas disruptivas.

Pero… ¿qué hay detrás de todo eso? ¿Qué se esconde tras esos comportamientos que nos alarman o nos desconciertan?
Es fundamental prestar atención a los cambios, tratar de entender el origen, detenernos y pedir ayuda. No siempre podremos llegar solos a la raíz del problema. Y por eso es imprescindible el acompañamiento de profesionales especializados en prevención, que puedan poner voz al malestar del niño, a eso que aún no sabe o no puede expresar.

Hay que brindarles herramientas y construir con ellos una base segura, sólida, desde donde puedan nombrar lo que sienten, lo que su cuerpo grita cuando su voz aún no sabe cómo decirlo.

Y cuando notamos que algo no va bien, cuando vemos que nuestro hijo cambia, que está más agresivo, más irritable. No basta con pensar que "está pasando por una mala racha". No miremos hacia otro lado. Porque mirar de frente, actuar a tiempo y no normalizar lo que duele, puede marcar toda la diferencia.